Cuando nos licenciamos de la mili, empezaba una nueva vida realmente para mí.En esa época, si no tenías la mili o la PSS hecha no eras nadie. Tuve suerte y encontré un buen trabajo cerca de casa, que me permitió vivir durante un tiempo con una independencia nunca vista hasta entonces, pero, al final, siempre me acordaba de Melilla y de mis amigos. Ésa era una época en la que soñaba muchísimos días que volvía otra vez al cuartel de Santiago a hacer la “segunda mili” o a repetir el último mes por un fallo, e incluso llegué a hacer la “tercera mili” (todo según mis sueños, claro).
A pesar de estar pasando el momento más dulce tanto económicamente como con mi novia y familia, seguía echando de menos la maldita Melilla.
Aún seguía en contacto con varios amigos de la mili. Mis GRANDES amigos Pedro, Sergio y Santi también tenían la mismos sueños postmilitares y un día les prometí que viajaría a Barcelona (los tres son de allí) aprovechando un megadescuento en el puente aéreo que disponía gracias a mi padre.
Aquel día, volvía al aeropuerto de Barajas a pegarme dos vuelos en un solo día de Domingo, habían pasado varios meses desde la licencia y pensaba en cómo habríamos cambiado, ya no existía esa “famila” forzosa de la mili que te hacía depender de ellos y ellos de tí.Después de una hora de vuelo allí estaban. En el Prat, me estaban esperando los tres con puntualidad inglesa y al vernos fué tal la explosión de alegría que las chicas de la cafetería de al lado hasta se pusieron a hablar con nosotros para saber quienes éramos y por qué estábamos así. Viajé varias veces más a Barcelona, pero, el primero fué inolvidable. Visitamos lo más famoso de la ciudad (la sagrada familia.. etc), la madre de Pedro nos invitó a comer, joder, nos habíamos convertido en los mejores amigos sólo en nueve meses. Estábamos a dos mil quinientos kilómetros de Melilla y había pasdo el tiempo, pero, volvíamos a ser los mismos de entonces.Éramos los mejores. Nos comimos Barcelona ese día y , una vez en el avión de vuelta, recuerdo que, mirando por la ventanilla del avión cómo la ciudad se hacía más y más pequeña,pensé que habían merecido la pena esos nueve meses de sufrimiento y volví a recordar Melilla…